Un breve paseo por obras y artistas que infunden otra forma de mirar. Es una aproximación cuyo deseo es provocar otras emociones más íntimas y cercanas si cabe. Es una forma de mirar, otro modo de ver, un ardid para engañar, un truco para esperar, otra historia para seguir, un cuento de no acabar. Y de seguir sin perder de vista lo de más atrás.
LUIS FELIPE NOÉ (1933) / EL MEJOR INFIERNO ES CUANDO DETIENES LA MIRADA
No hay pérdida, sólo tienes que seguir la dirección, sumirte en su caos, hacer pausas, concretar el punto de la mirada, acercarte y alejarte, hasta tocar y sentir el pálpito de lo que ves.
Sin embargo, se ha dicho que las obras de arte están completamente mudas y desamparadas ante el ¿para qué todo esto?, ¿sirve para algo?, ¿es necesario?, ante el reproche, en definitiva, de su real falta de objetivos.
Pero las obras del argentino NOÉ lo desmienten y no paran de medir si estamos a la altura de la dimensión exigida ante su presencia física y espiritual, de su magistral sentido plástico, de sus vivencias cromáticas, formales y esenciales, de su ocupación de un lugar en un mundo proyectado para ellas, teniéndonos como accesorios obligados. Son construcciones que encajan mágicamente en el devenir y en el renovar de una fe en la propia y eterna sensibilidad y creatividad.
Lo extraño sirve para nacer de nuevo.
Y es preciso lastimar un Para Siempre hasta decir por fin Ahora.
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