Un breve paseo por obras y artistas que infunden otra forma de mirar. Es una aproximación cuyo deseo es provocar otras emociones más íntimas y cercanas si cabe. Es una forma de mirar, otro modo de ver, un ardid para engañar, un truco para esperar, otra historia para seguir, un cuento de no acabar. Y de seguir sin perder de vista lo de más atrás.
LEELEE KIMMEL (1983) / SACO DE MÍ MISMA LA ALEGRÍA
Decía Antonio Saura que el compromiso se establece con un proyecto, mas no todavía con un resultado, cuya complejidad y resolución, imprevisibles, puede llegar a alterar sustancialmente el sueño de la razón.
La neoyorkina KIMMELse esconde detrás de unos espectros coloridos, abstractos, en continua mutación, que bailan, seducen, quieren deshacerse de la forma que está subyacente e invitarles lúdicamente a ser sus intérpretes.
Reflejan una acción inexorable que no conduce más que que a un quehacer pictórico en el que los iconos son transformaciones en que una plástica tan decidida se ha implicado cromáticamente, concibiendo una pasión por seguir siendo lo que es.
Reblogueó esto en Vivencias Plásticas.
Me gustaMe gusta