Un breve paseo por obras y artistas que infunden otra forma de mirar. Es una aproximación cuyo deseo es provocar otras emociones más íntimas y cercanas si cabe. Es una forma de mirar, otro modo de ver, un ardid para engañar, un truco para esperar, otra historia para seguir, un cuento de no acabar. Y de seguir sin perder de vista lo de más atrás.
BERND SCHWARZER (1954) / LAS MANOS LLENAS DE COLOR
Cierto autor comentó que la materia bastaba, eventualmente, para calificar la forma, el espacio y la luz, y que en lugar de tener un papel pasivo, puede convertirse en un factor esencial de la obra.
Pues el alemán SCHWARZER la utiliza y se solaza en ella, la pasta es casi un relieve, rebosa y satura, texturiza y se engruda, forma un cosmos sólido en el que solamente tiene cabida una masa que en sus amarillos, azules, rojos, se ha hecho un lugar en el espacio.
Consigue un acercamiento en la visión, su impronta tiene algo de táctil y de magmático, de un espesor que se recrea a sí mismo, que es opulento, fuerte y vertiginoso. Su obra ejerce una proyección que vulnera y rompe con los hábitos cromáticos demasiado beatos.
Lo esencial de la vida fenecida
-la trémula esperanza,
el milagro implacable del dolor y el asombro del goce-