Un breve paseo por obras y artistas que infunden otra forma de mirar. Es una aproximación cuyo deseo es provocar otras emociones más íntimas y cercanas si cabe. Es una forma de mirar, otro modo de ver, un ardid para engañar, un truco para esperar, otra historia para seguir, un cuento de no acabar. Y de seguir sin perder de vista lo de más atrás.
MOSHE TAMIR (1924-2004) / NUNCA ME HE LLEGADO A CONOCER
Señaló Dewey que la lucha permanente del arte consiste en convertir materiales tartamudos o mudos en la experiencia ordinaria y en medios elocuentes.
Obras como las del israelí TAMIR son más que elocuentes y no necesitan una interpretación que las consigne como tal obra de arte, se manifiestan con la crudeza de lo que son y de lo que significan.
Son cuerpos destrozados, desgarrados, que sobreviven como restos y símbolos de su historia, de una plástica de sangre y carne que el artista da consistencia para fusionarse con su propio yo, con su propio relato denso y desnudo que le ha infundido el doliente vigor para crearlos.
La tierra ignora nuestras dudas y el firmamento nuestras
largas agonías.
Sólo este mar que nos comprende puede medir la soledad