Decía Albert Camus que cada artista alimenta su obra y su vida con una única fuente, sin la cual se marchita y se agrieta.
En el caso de la plástica cubana, y concretamente en LASSERÍA, sondear en las raíces profundas de su trabajo, de su proceso creativo, es su único recursos para develar la vida de su angustia.
Tan cierto es como que la obra nunca está cerrada, va acabándose constante y permanentemente, esta imaginería toma el pulso a la entraña de un aislamiento, de un enjaulamiento, que marca su éxtasis final cuando ya lo morfológico sea imposible.
No se trata de transgredir sino de enmascarar fuera de límites, dar vuelta a lo que ya está de vuelta, cambiar la piel por un cuero más duradero, más ferruginoso. Una dicción extraviada aunque que sólo sea para rondar los olores de lo que hay afuera.
Tú, cuya vida es una absoluta…
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