Ya sé que mi obra no obedece a una corrección política ni una política identitaria. Y eso de que no he creado un objeto, como dice Anish Kapoor, sino una mitología a través de la cual poder leerlo es muy discutible.
Tampoco es un escaparatismo seudocientífico ni una búsqueda impertinente de síntomas clínicos, y menos una medición de minucias. Simplemente me inspiro en lo que escribió Goethe, respecto a que cuanto más perfecta es la criatura, más desemejantes llegan a ser sus partes.
Mas lo auténtico proviene de que esta pintura es portadora de un significado, una afirmación exacta y anatómica acerca de la naturaleza de nuestra existencia. Es, en el fondo, la embriaguez por la belleza intestinal, por la morfología ambivalente de unas entrañas que son simulaciones vivas, entes escapados para ser retratados e inmortalizados, comprendidos y sentidos.
(Quién sabe si hay la calma tras el viento sombrío.
Si…
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