Un autor decía que la importancia de un artista se mide en relación con la cantidad de signos nuevos que es capaz de imponer en el lenguaje plástico, en la gramática del arte que ha hecho propia.
Cierto que es una gramática viva, desconcertante, que no tiene un calibre determinado, que lo mismo sangra, se emborracha de cerveza o abomina, que si ha de pervertir es al deseo de mirar, de indagar, de contemplar lo que ese mediador verifica en su descubrimiento.
Y así llegamos a la obra de la italiana MANZELLI, que tomando la oscuridad como frontera introduce a sus personajes en ella a fin de que encuentren aquello que no parecen haber sentido.
Sus ojos inician la catálisis que busca el espectador, y las posturas y posiciones son un artificio que gobierna la naturaleza de unas mujeres que piden un margen de explicación y otro margen de incitación…
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