Un breve paseo por obras y artistas que infunden otra forma de mirar. Es una aproximación cuyo deseo es provocar otras emociones más íntimas y cercanas si cabe. Es una forma de mirar, otro modo de ver, un ardid para engañar, un truco para esperar, otra historia para seguir, un cuento de no acabar. Y de seguir sin perder de vista lo de más atrás.
Ante estos colosales rostros del cubano MASSOT, la mirada se queda pensando en la suerte de no ser el propio, lo que no impide que el observador empiece a dudar de que esos rasgos tan toscamente tallados sean los que suela utilizar para odiarse.
La piel hace que el color de la carne sea visible, que se ofrezca con un pensamiento turbio, con el presentimiento negro de un destino que está condenado, pero que a través de sus ojos lo maldice hasta el infinito.
La gama casi monocromática está sabiamente aplicada sin piedad y adaptada a las distintas expresiones, que enfatizan las ansias de morir o de matar que anidan en sus cerebros.