Lo conceptual no anula por completo la carga visual y aunque su propósito sea explicarla tampoco es su fin último, porque la obra siempre sigue abierta y dispuesta escapar con sus ruedas para no poner límites a su marcha.
Que el alemán SLOMINSKI ejecute este tipo de instalaciones no quiere decir que el arte sea algo que ya no sepa gesticular y expresar, que sólo sepa huir y almacenar. No es cierto, puesto que de lo contrario ese balón no quedaría en esa soledad simbólica de desterrado en una habitación vacía. Si se acercan y lo tocan se irá con vosotros.
Por tanto, hagamos como que vemos al mismo tiempo que pensamos, pero no dejemos que la sensibilidad nos arrastre, no se trata de un exaltado don poético a ras del celo agotador de la máquina, ni de deslumbramientos de fábula y preciosismos de parábolas rimadas.
El son del querer…
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