Un breve paseo por obras y artistas que infunden otra forma de mirar. Es una aproximación cuyo deseo es provocar otras emociones más íntimas y cercanas si cabe. Es una forma de mirar, otro modo de ver, un ardid para engañar, un truco para esperar, otra historia para seguir, un cuento de no acabar. Y de seguir sin perder de vista lo de más atrás.
Si cada gesto pintado se deriva de una experiencia activa, el del japonés-brasileño SHIRÓ tuvo un largo camino entre lo visible y lo terrible, porque su obra deviene en el misterio de un apocalipsis que no se detiene.
En esa realidad de seres dinamitados no hay más fervor que los rasgos y mallas de un calado cromático tan fulgurante que la visión no creerá más que en una confabulación destructora.
Es inútil intentar reconocer lo que está raspado y restregado, tampoco se necesita, la intuición nos guía por una senda desconocida aunque sea acechante y esté maldita.