Un breve paseo por obras y artistas que infunden otra forma de mirar. Es una aproximación cuyo deseo es provocar otras emociones más íntimas y cercanas si cabe. Es una forma de mirar, otro modo de ver, un ardid para engañar, un truco para esperar, otra historia para seguir, un cuento de no acabar. Y de seguir sin perder de vista lo de más atrás.
El holandés Wolvecamp encontró en su instinto plástico la senda para cubrir el espacio con trazos insospechados, revueltos, inconformes, en un movimiento permanente, aunque una estructura tímidamente geométrica trate de controlarlos.
Las singladuras cromáticas, con un negro dominante, son fuerzas incontenibles producto de un hacer tumultuoso, espontáneo, disparado por su ansia y quizá angustia.
Pero acaban sin pasado y sin futuro, siempre en un estado presente en que la concordia ha acabado con la utopía, en que la creación es un continuo combate a fin de que el aliento prosiga construyendo la hendidura.