El fuego o la noche de cenizas del trópico caribeño incendia esos cuerpos que no tienen más opción que sumergirse en el furor de esas llamas que avivan la voluntad de no desaparecer.
Donde la crudeza visual semeja una envoltura cromática que lo inunda todo y no deja espacio a su propio espacio, ahí mismo es donde las siluetas y las figuras persisten en la locura de su agonía. Para la dominicana TAVÁREZ las soluciones plásticas han de contaminar las miradas para que no dejemos de ver lo más penetrante de los trazos pluriformes.
La densidad de la texturas no mitiga ansiedades sino que las hace más nítidas, desesperadas y truncadas, destellan y desgarran, claman y por sus venas corren ríos de lluvia, muerte y cólera.
Hay que conquistar la desesperación
más intransigente
para llegar a las formas más duras y más vacías
para construir nuestro castillo
jugar a fantasma
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