El dibujo en sí mismo es una fuente para reflejar lo más íntimo o lo más cenagoso, lo más perfecto en una geometría por cavilar o el boceto trascendente, o lo más imperfecto en el registro sensual, introspectivo y probatorio de uno mismo.
En la obra del chileno OYARZÚN el desahogo es como una metafísica que ronda la inexistencia o el baile de huesos, la masificación atosigante o el ir cabeza abajo con unos monstruos que tratan de convencernos.
¿Son problemas de comunicación y relación o un escepticismo sobre la condición humana que sube y baja metafóricamente, se pelea, mata, escala, empuja, discute, se mueve, fenece, et.? De todo hay en ese sentido tan depurado y elocuente, en un discurso que postula ni se agota en sí mismo, que es un desarrollo inacabable hasta donde ya no se puede continuar, lo cual no será nunca.
La muerte es la mejor…
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