La soledad es la que mejor marca las incisiones en mi cuerpo. La exhibo para no perderla, pues de hacerlo quedaría indefenso ante la mirada de los demás, sabrían que estoy sin memoria y que ya no formo parte de un destino.
Por eso los perfomances, instalaciones, dramaturgias de este londinense que busca en su constitución la sangre que necesita para narrarse, dejando aleluyas de testigos tatuados y exaltaciones como recurso para verse de vez en cuando el ombligo.
Conforma un aparato vertiginoso, se esconde detrás de él y mientras los espectadores calculan el fondo del aguante, invierte los términos de la impostura. De salir victorioso, la eyaculación sanguínea penetra bajo una capa de turbiedad física y cromática hasta el simulacro final de la catarsis.
Cada acto que acomete es una variación de purga que se escenifica como el final de un vientre y el principio de otro hasta ser…
Ver la entrada original 27 palabras más