Se abstiene uno de escapar hacia adentro y no sabe si la locura es fruto de una luz que excede o de una mala sombra. Pero eso había ocurrido antes de que los fantasmas estuviesen encerrados, aunque luego avalaron un entorno de aparecidos, una sucesión de contornos clandestinos de espectros.
El inglés AYRTON pinta y esculpe como si estuviera en una constante pugna con los sueños de una enajenación que lo mantiene creativo desde el invisible faro de una lucidez no forzada. Y ahí es cuando echa el envite y el lance trasciende todo tipo de tesis, hasta que la materia ocupa el vuelo y se hace hombre. Así va indagando en paisajes y superficies de desolación, en mutaciones infernales o en ese abismo que alumbra el pathos como un signo.
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