Lo especial e intrínseco de un artista es que quiere ver e ir más allá de sí mismo, que el oficio de su tarea se le manifieste con toda la luz que sea posible en la oscuridad que le rodea.
El pintor español Luis Claramunt hizo del quehacer de la vida un continuo errar trasmitiendo las huellas de sus obras para que cuando estuviese más allá -si es que llegaba-fuesen la brújula que pudiera localizarle cuando estuviese perdido.
Por eso, encontramos en ellas la consagración de un esfuerzo por ser él mismo y el otro a la vez, por reflejarse concienzudamente en unas formas que al final son las que le retratan en un desvarío creativo que clarifica la sustancia de una pintura cuyo acento es la introspección, aquella que llegue a permitir al espectador compenetrarse con esa exhalación del existir y con la magia de ser al mismo tiempo…
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