Mostrar las profundas conmociones y desasosiegos del rostro, sus agitaciones y concentraciones, sus vacíos y meditaciones, sus ausencias y disidencias, son un signo de lo que creativamente se ha experimentado y vivido, de lo que se ha asimilado hasta hallar ese volcado visual.
En la alemana KERSTIN, en su obra, en su formación plástica, radica esta sabiduría que pasa por emoción, angustia, lenguaje y penetración. Para esos semblantes se ha hecho una historia de su tiempo y de su existencia, una metafísica que duda entre la credulidad y la incredulidad, entre el ser y el no ser.
No son apariencias de lo inverosímil, sino apariencias de lo que va más allá de lo verosímil, de realidades presentidas, de poéticas renacidas en aras a reconocerse, a plasmar su muerte conforme a lo perdido y jamás encontrado.
Me nombro en las paredes
con cenizas eternas. De política
nada. Ya será suficiente si…
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