Julio González, el gran escultor español, está también en el Reina Sofía. Juan Muñoz, que asimismo coincide ahí, y él, en el limbo que les haya tocado, se acompañan y dialogan como continuar una obra en esos confines si es que son tan eternos como sus obras.
Julio pudo haber contado o le contaría cómo fue un hábil e imaginativo artesano y orfebre, cómo se hizo con destrezas y soluciones imprevistas, cómo trabajó el hierro, el cobre, con la forja y la soldadura, cómo un día miró a su alrededor, tal como le aconsejó Picasso, y encontró otras formas que sin él jamás habrían tenido la posibilidad de ser. Y así, empezando por lo indeterminado llegó a lo determinado, como si al mismo tiempo se fuese creando a sí mismo con otra anatomía.
González convirtió el espacio en un ámbito de prodigios mediante la transformación del hierro en juego de…
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