Un breve paseo por obras y artistas que infunden otra forma de mirar. Es una aproximación cuyo deseo es provocar otras emociones más íntimas y cercanas si cabe. Es una forma de mirar, otro modo de ver, un ardid para engañar, un truco para esperar, otra historia para seguir, un cuento de no acabar. Y de seguir sin perder de vista lo de más atrás.
El litógrafo alemán SCHWARZ posee una poderosa certidumbre plástica y dibujística sobre lo que no es ahora ni será nunca el hombre. Por eso lo asoma a su propio precipicio.
Y al asomarlo lo convierte en piedra o en un loco que mira hacia atrás, hacia una historia que sigue siendo suya aunque intente deshacerse de ella, metamorfosearse en monstruo o vaciarse.
Presagios o presentimientos que revisan y extraen de la realidad su fantasmagoría más infiel, más amenazadora y traidora, pese a que nos tienda una mano para no quedarse sola.
El arte es capaz de aparecer y revelar un mundo y producirlo, no por lo que muestra y expresa, sino por cómo lo dice y configura, por cómo lo hace visible y significa.
Caso más adecuado no puede ser otro que el que descubre en su obra la americana BENÍTEZ , la cual en su línea figurativa y abstracta, se sacia conformando una superficie multicrómatica que manifiesta su proclama plástica.
La espontaneidad, los trazos, la densidad, la saturación, los vertidos, se suceden unos detrás de otros, sugiriendo, perfilando, silueteando, confrontando, capa tras capa, mancha tras mancha, verificando que no hay otro propósitoque salir de la oscuridad, volver a la luz, fragmentarse y rasgarse, siguiendo los innumerables derroteros por lo que transcurre su savia.
¿Podríamos calificar a la obra del chino YAN como una estética -fruto de un pensamiento oriental- que se dirige metafísicamente a la búsqueda de la esencia del arte?
En la plástica asiática la tradición y la mística son medios para la trascendencia a través del signo y de la línea, y se renuevan con la sangre tintada del misterio del tiempo y del espacio.
Constituyen meditaciones y oraciones plasmadas en las que la sensación se reviste de unas formas que se autogeneran, que se simbolizan en el sincretismo, y en unas vivencias espirituales del silencio y de lo imperecedero.
Decía Victoria Combalía que es justamente la cualidad que posee el arte de ser subjetivo y universal, la que a la vez hace que los efluvios de la psique del artista se conviertan en signos comprensibles para cualquiera dotado de sensibilidad.
Es precisamente esa impronta psicológica la que ha llevado al británico DEAN a transmitir plásticamente esa cualidad a cuerpos y rostros, en los que hallamos un sentir profundo que nos penetra.
Y así es como el desarrollo y proceso de sus obras por medio de la técnica de la acuarela hace que su visión subyugue a la mirada impregnándole de ese enigma oculto que la manifiesta como una magnitud sensorial y metafísica.
La italiana SCACCIA quiere esconderse en su obra para convertirse en máscarao en una realidad pictórica imposible de aprehender al cubrirse en trazas deformadas.
Son como impulsos secretos que se explayan en una ejecutoria plástica que intenta el engaño del significante ocultando sin conseguirlo el significado, aunque él mismo dude de sí mismo.
Los enunciados cromáticos, de distintas y acentuadas tonalidades, coadyuvan a que los envoltorios del ser sean de una expresividad volcada en una presencia exterior entre la duda y la rebelión.
Para Gilles Deleuze, el arte contemporáneo se ha convertido en un mundo de simulacros, regido fundamentalmente por los conceptos de diferencia y repetición.
Para el segoviano TARDÓN, en un quehacer que desde la sabiduría técnica cuaja en un configuración entreverada entre lo plástico y lo imaginativo, en un pensamiento que piensa en sí mismo como pintura y fantasía.
Sobre la base de una sólida trama cromática la figuración adquiere una fisonomía mecánica y fantasmal hábilmente iluminada, para que se temple con la inquisición de la mirada, que al verla se queda suspendida entre el tiempo y el espacio.
No pretendemos que el artista argentino y psicoanalista NEWARK nos influya con una obra en la que la ironía es una conciencia clara de la soledad eterna, del caos infinitamente voraz y febril.
Picamos en la tumba de Schlegel y éste nos replicó de mala cara -imagínense después de tantos siglos cómo la tendría – que si la ironía es una forma de la paradoja, una idea es un concepto conducido hasta la ironía, una síntesis absoluta de antítesis absolutas.
Y así, ya convencido, me puse a pintar, nos dice el autor, porque después de tantas sesiones crepitantes de pestilencias delirantes, llegué a la conclusión de Nietzsche, de que el mundo sólo es justificable como fenómeno estético. Por eso dejo que el mío se me vaya de la mente pero no de las manos, con las que construyo la reverberación plástica de mis entrañas genuinas.
La fenomenología plástica del venezolano QUINTERO es una permanente permuta de patrones plásticos, cuando sugiere unos ya hay debajo otros, se confieren dinamismo en el espacio, y si se dibujan son como incógnitas flotantes.
Las tonalidades cromáticas pasan a de frías a calientes, de estar confinadas en un orden estructural a volar libres a la búsqueda de manifestarse como cuerpos que se encienden y resplandecen.
Es una pintura que desarrolla muchos planos que se entrecruzan, que parece mostrar referencias y geometrías aunque de forma disipada, que todo lo envuelve en una atmósfera silenciosa de grades simetrías.
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