Estamos ante la obra de un neerlandés, KOCH, considerado el máximo representante del realismo mágico. Y desde luego me rindo, pero no por un hechizo que nunca descubriré, sino por la fascinación de una propuesta que impone el ocultismo de una belleza fría e insolente contenida en la fealdad.
Si contemplamos detenidamente estas imágenes nos cuidamos muy mucho de quitarnos las máscaras, queremos que sigan camuflándonos, guardando un misterio que no nos atrevemos a descubrir, que tiene que continuar custodiado para que no haya nada que exteriorizar.
No se trata de convicciones ni de encuentros con la razón, sino de intuiciones que nos revelan estos retratos, derivadas de una verdad que se hace plástica gracias al encantamiento y al ensalmo. Son primeros planos que no tienen salida, no dejan un hueco en la ensoñación de la mirada en campos miríficos. Aunque bien es cierto que ni falta que hace.
Ver la entrada original 25 palabras más