La India, un país emergente y ya pujante, no por eso ha dejado de sostenerse en su complejo inigualable de religión, mitos, leyendas e imaginarios que encajan en sus vivencias artísticas con una energía demoledora.
Es el caso de KHER, cuyas esculturas salen de un ser que se define entre lo real y lo fabulado, entre un misterio ancestral que él atesora y una contemporaneidad que le atañe directamente. Lo urdido es inimitable y único, fruto de una mente cuya claridad busca premeditadamente el extravío, pues en él se encuentra el núcleo de su inventiva.
Ciertamente es una obra que también sabe de sorpresas, de marcar una línea no ensayada o de romper límites que no sirven para nada. Su discurso es espontáneo aunque a posteriori sea objeto de una elaboración rica en recursos y encuadres configurativos. Pero la transferencia ya ha surtido efecto.
Noche, misterio, soledad del alma,
¿quién…
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